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Internacional de la educación
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En Vancouver, Strauss-Kahn y Lamy no han logrado convencer a la Confederación Sindical Internacional

publicado 24 junio 2010 actualizado 22 marzo 2011

El cara a cara se esperaba que fuera cortés pero firme. Lo fue. Dominique Strauss-Kahn y Pascal Lamy, respectivos directores generales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de la Organización Mundial del Comercio (OMC), explicaron el martes 22 de junio, a los 1.400 delegados de la Confederación Sindical Internacional (CSI) reunidos en su segundo Congreso Mundial en Vancouver (Canadá) del 21 al 25 de junio, la estrategia de sus organizaciones. Y defendieron su balance durante la crisis económica de estos dos últimos años, así como sus propuestas para la salida de la crisis.

Tomando sucesivamente la palabra en la tribuna del Vancouver Convention Centre, situado en el puerto, los dos hombres eran conscientes de la mala imagen de sus instituciones frente a sindicalistas del mundo entero. El FMI y la OMC son en efecto sospechosos, y están incluso acusados, de promover políticas de restricción presupuestaria y de organizar una globalización que viene acompañada por la desregularización y la reducción de los derechos sociales.

Pero en vísperas del G20 en Toronto, en la otra punta de Canadá, Strauss-Kahn y Lamy recurrieron a la ofensiva del encanto y pusieron de relieve las "convergencias” con el movimiento sindical y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que milita por el respeto del trabajo decente y el mantenimiento de las políticas de apoyo al empleo.

Argumentando sobre la “necesidad de una regulación financiera”, el ex ministro socialista sostuvo que los objetivos del FMI eran “los mismos” que los del sindicalismo: “Hace falta un impuesto sobre los beneficios, los bonos y las elevadas remuneraciones, y ha llegado el momento para ese impuesto.” Demagogo límite, el director del FMI proclamó su asombro por el hecho de que “se encuentran millones para salvar a los bancos y no para los empleos".

"NO ME VAN A CREER, PERO..."

Esa complicidad de la que hizo alarde no consiguió convencer a los congresistas. Tanto menos cuando el Sr. Strauss-Kahn defendió la necesidad que tienen los Estados de luchar contra el aumento de la deuda. “Hace dos años se quemaba la casa, así que los bomberos utilizaron mucha agua”, declaró. “Ahora, la casa está inundada.” Así que hay que enjugar la deuda, considera, al tiempo que denuncia la implementación de políticas de austeridad demasiado brutales.

Una delegada de la FGTB (Fédération générale du travail de Belgique) le reprochó los planes de rigor dramáticos instaurados por los Estados “siguiendo las consignas del FMI”. “Cuando más confianza quieren dar los Estados a los mercados, más pierden la de los trabajadores”, le lanzó la delegada. “Se está pidiendo que los pirómanos de ayer hagan ahora de bomberos.” De paso, otra sindicalista, esta vez griega, denunció los “perjuicios irreversibles causados por las medidas fomentadas por el FMI”. “Ya se que no me van a creer – les respondió el Sr. Strauss-Kahn entre las risas de los congresistas – pero el FMI quiere ayudar a los países en dificultades y estamos progresando en la construcción de redes de protección para los más débiles."

Otro tema de desacuerdo es que los sindicatos están a favor de un impuesto sobre las transacciones financieras más que sobre los beneficios. “Es un desacuerdo técnico. Lo importante es que el impuesto se implemente”, estimó el Sr. Strauss-Kahn. Pero "la diferencia no es técnica”, declaró el Secretario General de la CSI, Guy Ryder a Le Monde. “Con el impuesto a las transacciones, nosotros queremos disminuir el volumen, reducirlas; mientras que el FMI quiere crear una especie de seguro del sistema financiero contra eventuales siniestros, contra posibles crisis futuras, sin cambiar el sistema."

IMPOSICIÓN DEL SECTOR FINANCIERO

Dominique Strauss-Kahn no ha pagado él sólo los platos rotos de los asaltos corteses por parte de los congresistas. Su compatriota, el director de la OMC, Pascal Lamy, también tuvo que defender su parcela. A un delegado de Nigeria que le explicaba que “el libre comercio iba siempre acompañado de la desregularización y la pérdida de empleos se hacía bajo el estandarte de la OMC”, el Sr. Lamy respondió que la regulación era el centro de sus preocupaciones. “Los intercambios y las desregularizaciones son dos cosas distintas”, afirmó.

El director de la OMC insistió sobre todo en una coherencia necesaria de la política de los Estados. Devolviéndoles la pelota a los sindicalistas, el Sr. Lamy les pidió que presionaran a sus gobiernos nacionales para que preconicen la misma política en instituciones tan diferentes como la OMC, la OIT o incluso el FMI. El argumento fue juzgado “fácil” por una serie de delegados, entre ellos Yves Veyrier (FO) que le respondió que “la coherencia no es el ajuste de las políticas sociales nacionales a las condiciones del mercado, no es el ajuste de las políticas de la OIT a las de la OMC o del FMI".

Al final del debate, y en vísperas del G20, los sindicalistas podían abrigar la esperanza de que los Jefes de Estado escuchen que es necesario mantener las políticas de apoyo al empleo y al crecimiento y determinen un impuesto, sea cual sea la forma, al sector financiero. Entre los aplausos de los delegados, el Vicepresidente alemán de la CSI, Michael Sommer, expresó una última vez la impaciencia de los sindicalistas: “¿Por qué la regularización de los mercados financieros tarda tanto tiempo – años – mientras que el desbloqueo de sumas considerables para los bancos o para un programa del FMI no lleva más que una semana?” Un tema de reflexión para el G20…

Rémi Barroux

LE MONDE  24.06.10 | 18h04 Vancouver (Canadá), enviado especial