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Internacional de la educación
Internacional de la educación

De los sueños a la pobreza, el precio de enseñar en Uganda, por Harriette Athieno Onyalla

publicado 17 enero 2006 actualizado 17 enero 2006

Las grietas en los labios apocan la dulzura de la sonrisa. Los tres chicos, pálidos, visten pantalones cortos y camisetas azules raídos. Estiran los brazos buscando el apretón de manos. Sus ojos brillan inocentes e inquisitivos. Pero el más joven no se dirige hacia el coche que acaba de entrar en el recinto. Tendrá cinco años. A sus hermanos se les escapan unas risas tímidas. Se apresuran hacia la hilera de árboles donde han estado jugando. Se nota que tienen hambre. Su madre, Grace Oluka, está sentada en una cocina llena de humo. El tejado de paja está cubierto de hollín negro. La casa vecina, de dos cuartos, domina la pequeña cocina. Ésta es la casa de una docente de la escuela primaria de Bululu, en el distrito de Kaberamaido. Oluka, de 37 años, echa leña al fogón tradicional de tres piedras.

La firmeza del apretón de manos denota determinación. Viste una falda negra, limpia y arrugada, y una blusa de flores. Las arrugas del rostro delatan preocupación. Espera la lluvia con temor, cuando debería anhelarla. Con lo que gana, si la lluvia no pone comida en la mesa, no le alcanzará para ahorrar lo suficiente para que su hija mayor termine secundaria.

"El agua se filtra por el techo" dice mientras se muerde el labio inferior con nerviosismo. Mueve las manos constantemente como si quisiera agarrar algo. El semblante se le altera avergonzado.

Para Oluka, la lluvia trae noches de vela. No tienen camas, sino colchones de sisal rellenos de algodón, tirados en el suelo. Oluka es viuda.

"Cuando llueve, se nos inunda la casa. Este año pienso ahorrar para comprar una cama. Que los chicos no tengan que trasladarse a la cocina cuando empiece a llover. La cocina se nos queda pequeña; en las noches lluviosas, mis dos hijas mayores y yo dormimos sentadas en las sillas, con las piernas colgando en el agua destemplada", cuenta, deprimida.

Teopista Birungi Mayanja, secretaria general del sindicato Uganda National Teachers’ Union (UNATU), me comenta que la historia de Oluka es la de muchos docentes en el país.

"La situación de la vivienda, el poder adquisitivo, el excesivo volumen de trabajo que ha acompañado al aumento de las matrículas desde la puesta en marcha de la enseñanza primaria universal (UPE), la restricción de la contratación de personal y el clima general de trabajo... es todo bastante negativo", hace observar. Un estudio de UNATU documenta los bajos salarios de los docentes. No disponen del mínimo vital. El 71% del personal docente invierte la paga en alimentar y educar a los hijos.

"Los docentes, cada vez más endeudados, van perdiendo el respeto de la comunidad. Muchos ya se encuentran en una situación de endeudamiento permanente". Así lo revela el estudio.

Este informe de abril de 2005 cita el endeudamiento como un factor contributivo en el abandono escolar. “El deterioro de la relación entre el docente y la comunidad dificulta el seguimiento de los niños que no aparecen por clase y la consulta de los padres al profesor, minando los esfuerzos por materializar la educación para todos”.

El endeudamiento es parte integrante de la vida de Charles Amuret. "Los docentes teníamos poder adquisitivo. Claro que ha menguado conforme se han ido acumulando las deudas", explica. Amuret es director de la escuela primaria de Bululu. El retraso en el envío de fondos en concepto de la UPE está llevando al centro a endeudarse. El 35% se va en material pedagógico, el 20% en actividades cocurriculares, el 15% en gestión, el 10% en administración y otro 20% en contingencias. La última asignación fue la correspondiente a octubre de 2005 y se pagó con tres meses de retraso. Así y todo, se supone que los docentes deben arreglárselas para mantener las escuelas abiertas. Lo mismo ocurre con los sueldos de la plantilla.

El sueño de Amuret de ser maestro se gestó en 1980. Este hombre determinado y barrigudo estaba en séptimo de primaria cuando conoció a un personaje que tendría una importancia capital en su vida. Sentado en la clase de Milton Opio, al joven Amuret le admiró la dignidad del maestro. Nacido en 1960, Amuret considera que ha tenido suerte a pesar de los malos momentos. "Aquel docente fue un icono para mí. Se portaba con tanta dignidad... Era severo y justo a la vez, un ser humano perfecto. Quería ser como él", recuerda, una sonrisa de afecto iluminándole el rostro oscuro.

Siete años más tarde, Amuret se estrenaría como docente. Aquel primer día calzaba zapatos parecidos a los que solía gastar Opio. ¡Lo había conseguido! Ahora, sentado en su despacho atiborrado de libros de textos, con un calor sofocante, Amuret ya no lo tiene tan claro. De verdad, ¿lo ha conseguido? Parece que no; no tiene para sustentar a su familia, sus hijos han tenido que abandonar la escuela por falta de recursos y la universidad está fuera de alcance.

Otro día, la una del mediodía. El sol está en el cenit. Los viejos edificios escolares están desiertos. Estamos a principios de enero. Los alumnos están de vacaciones. En temporada escolar, a esta hora retumbarían las carcajadas y los chillidos de los chavales. Es la hora del almuerzo. Reina un ambiente apacible. A estas horas es cuando se suelen formar las filas para entrar en el lavabo, o sea, retretes con fosa compartidos por alumnos y docentes. Algunos profesores intentarán pasar primeros. La escuela fue fundada en los años 1940 por la Christian Missionary Society (Sociedad Misionera de Cristo). Tras la independencia del país en 1962, el Gobierno, asumiendo la gestión del centro, edificó un bloque rectangular de siete aulas, la oficina del director y la sala de profesores. El bloque lleva sin renovar todo ese tiempo. Las grietas en los muros preocupan a Amuret.

A raíz de la definición de los objetivos de la campaña Educación para Todos, el Gobierno ugandés ha sido de los que, entre otros, han adquirido el compromiso de garantizar criterios de seguridad, salud, integración y equidad económica en el entorno escolar.

"¿A quién puede sorprender el riesgo de derrumbamiento de las estructuras? Lo he advertido una y otra vez. Pero cuando se desplomen las paredes, nos echarán la culpa a los docentes. Es imposible que hagamos oír nuestras voces. Esto es opresión. Al que informe de un problema se le tacha de antigubernamental", confiesa. El viejo bloque no tiene ni ventana ni marco de puerta. En 2002, se construyó uno nuevo con cargo a los fondos de School Facilitation Grant (SFG, o ayudas para la promoción escolar). Sin embargo, la calidad mediocre de la obra ha provocado que el suelo y las paredes empiecen a descascarillarse. En lo que se supone iba a ser la sala de profesores está la vivienda de un docente. O sea que, la escuela no tiene sala de profesores. Éstos trabajan a la sombra de un árbol. Tampoco tienen biblioteca. Los libros de textos se guardan en la exigua oficina del director, que éste comparte con su adjunto.

El estudio de UNATU apunta que el 51% de los docentes ugandeses trabajan sin sala de profesores. "La calidad de la enseñanza depende del trabajo de preparación y evaluación que se realice fuera del aula. Por lo tanto, los docentes deben disponer de un espacio de trabajo y almacenamiento. El 59% de las salas de profesores están abarrotadas de material y sin amueblar", se indica en el informe.

"Aguantas callando hasta que no puedes más. La situación de la vivienda del profesorado es un desastre en todos los centros del distrito. Aunque valoramos los esfuerzos del gobierno, todavía quedan cosas vitales por hacer", afirma Amuret. Como padre de nueve hijos, declara: "El salario del docente no te cunde nada. No hay forma de ahorrar. A duras penas nos llega para cubrir las necesidades básicas".

El estudio de UNATU revela que el 69% de los docentes se dedica exclusivamente a la enseñanza: "Sobreviven a base de endeudarse y de donativos. Viven como mendigos”. El colmo es que sus hijos no se pueden integrar en una escolaridad normal. Comenta Amuret: “Los docentes no tienen más remedio que recurrir a seudoescuelas para la educación de los hijos".

El hijo mayor de Amuret dejó la escuela el año pasado. Cuenta su padre: "Aunque sacó sobresaliente en las pruebas de acceso (PLE), no nos alcanzó para matricularlo en la escuela que tenía asignada y acabó en un centro de la zona. En los exámenes para el certificado de aptitud volvió a sacar sobresaliente. Pero no conseguí reunir el dinero suficiente para pagar la matrícula. El año pasado se quedó en casa. Estudiará en un instituto de enseñanza profesional. No me hago ilusiones; no tengo posibilidades de ganar más dinero. Tenía muchas esperanzas puestas en la promesa presidencial de subirnos el sueldo a los docentes, pero el incremento salarial ha sido insignificante".

"El gobierno debe entender que el profesorado es un elemento vital del sistema. Es cuestión de justicia, de reconocer que somos personas con necesidades y responsabilidades", añade.

En 2005, el crecimiento del número nacional de aprobados en PLE contrastó con la disminución del número de notables y sobresalientes. Nadie de la escuela primaria de Bululu sacó una nota alta.

La ministra de Educación, Geraldine Namirembe Bitamazire, echa la culpa a los docentes. "El índice de absentismo de alumnos y docentes sigue siendo elevado en las zonas rurales. No se está haciendo uso óptimo del tiempo según lo estipulado en el programa escolar. Lo cual repercute negativamente en el aprendizaje. En el curso escolar 2006 habrá que acabar con el derroche de tiempo", advierte. La opinión de Mayanja es muy distinta: "El Gobierno achaca la incapacidad de los alumnos de adquirir un nivel de competencias aceptable a una supuesta falta de compromiso del profesorado, expresada en un ausentismo sin control. Las expectativas sociales que genera el papel del docente en la provisión de educación de calidad no guardan proporción con la ayuda prestada". Emmanuel Eunyu, presidente del Consejo Local III del gobierno local del subdistrito de Bululu, está muy insatisfecho con la política de promoción automática de alumnos.

"Al presuponer la promoción del alumno independientemente de lo mucho o poco que trabaje, esta política resta utilidad a la función docente. Con la circunstancia agravante de que la limitación de las plantillas de docentes no contempla el crecimiento del alumnado. A fin de cuentas, que los docentes, con una carga de trabajo excesiva, trabajan y viven en condiciones miserables", concluye Eunyu.

El presidente Yoweri Museveni, ha anunciado hace poco, para este año, una subida de los salarios de los docentes. La ministra de Educación ha declarado lo siguiente: "El 15% de los fondos de SFG se destinarán a vivienda. Los docentes deben ser pacientes porque tarde o temprano les llegará el turno a todas las escuelas".

Oluka sigue esperando. Son las cinco de la tarde. El fuerte aguacero de la tarde los condujo a la cocina. Amontonados sin poder mover un solo músculo, deben esperar a que amaine el temporal para tomar la única comida del día. Si el nivel de un país viene determinado por su sistema educativo, y éste, por el de sus docentes, entonces la educación en este país es como el niño que protesta de hambre en el regazo de su madre. Su madre docente…