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Mundos de la Educación

Filantrocapitalismo: la tiranía del dar

publicado 12 octubre 2016 actualizado 12 octubre 2016

Por Antonio Olmedo, Universidad de Roehampton y Stephen Ball, UCL

En 2008, en su Oda al filantrocapitalismo, Bishop y Green decían que los filantrocapitalistas son " hiperagentes con la capacidad de hacer cosas esenciales mucho mejor que los demás". Al parecer, el hecho de que "no se enfrenten a unas elecciones cada pocos años, como los políticos, ni estén sometidos a la tiranía de las exigencias de los accionistas, que quieren unos beneficios trimestrales cada vez mayores, como los DG de la mayoría de empresas privadas" o que no tengan que dedicar "enormes cantidades de tiempo y recursos a recaudar dinero, como la mayoría de los dirigentes de las ONG", los sitúa en una posición privilegiada para "pensar a largo plazo", para ir "en contra de la sabiduría convencional", para adoptar ideas "demasiado arriesgadas para un Gobierno" y para utilizar "recursos importantes rápidamente cuando la situación lo exija". Estos nuevos superagentes pueden resolver los problemas del mundo y, además, hacerlo de forma rápida, hábil y tajante.

Tras el filantrocapitalismo de Bishop y Green, el capitalismo creativo de Bill Gates y la Gran Sociedad de David Cameron, conceptos estrechamente relacionados entre sí, se esconde una nueva relación entre "dar" y promulgar políticas. Esta relación está basada en una implicación más directa de los donantes en la formulación de políticas, es decir, que el uso de las donaciones tiene un enfoque más proactivo. En artículos anteriores ya nos referíamos a este nuevo paisaje político como gobernanza filantrópica, a saber, las formas en que, a través de su acción filantrópica, estos actores son capaces de modificar propósitos, movilizar activos, generar nuevas tecnologías políticas y ejercer presión, e incluso decidir, sobre la dirección de la política en determinados contextos.

Déficit democrático

El problema en este sentido, o el problema para algunos de nosotros, es que las reivindicaciones y las prácticas de la nueva filantropía se fundamentan en la residualización de los métodos y tradiciones democráticas establecidos. No consideran que sea necesario responder o hacerse responsables de sus inversiones filantrópicas con respecto de nadie más que no sean ellos mismos. Esto es a lo que Horne se refería cuando decía que los nuevos filantropistas actúan en un "entorno parapolítico" [1] dentro del cual pueden desarrollar su propia agenda sin las trabas que plantean las vicisitudes de la política. Nos estamos enfrentando a más que unos simples filántropos que "votan con su dinero" [2]. Como dice Parmar: "La relación fundación-estado no es una conspiración, puede ser muy sigilosa y funcionar bajo cuerda, pero no tiene un propósito ilegal. Sin embargo, sí es muy poco democrática, ya que favorece a las personas correctas, generalmente aquellas con el origen social y/o actitudes correctos". La participación directa de los nuevos filantropistas en el entorno parapolítico permite que "algunas personas actúen como su propio gobierno privado, cuyo poder puede utilizarse para retar al del estado y obligarlo a reevaluar sus prioridades y sus políticas". [3]

Nos estamos jugando el futuro

Básicamente, se trata de una simplificación de la política, una exclusión de los compromisos desorganizados, los disentimientos y las reconciliaciones que acompañan a la formulación de políticas "normal". ¡Pero quizás el cambio sea menos sencillo de lo que parece en un principio desde la perspectiva de la gran riqueza! En una reciente carta pública de Sue Desmond-Hellmann, DG de la Fundación Bill y Melinda Gates, la autora reconoce que la obsesión y una elusión deliberada de los actores políticos tradicionales podría no ser constructiva o efectiva para materializar el cambio.

"... conseguir un cambio en todo el sistema es una verdadera lucha.

(...)

Desgraciadamente, nuestra fundación subestimó el nivel de recursos y apoyo necesarios para que nuestros sistemas de educación pública estén bien preparados para satisfacer los estándares. Hemos perdido una oportunidad temprana de involucrar suficientemente a los educadores –especialmente a los docentes– pero también a los padres y a las comunidades, para que los beneficios de los estándares puedan aprovecharse desde el principio.

Ha sido una lección difícil de digerir, pero la tomamos muy a pecho. La misión de mejorar la educación en América es tan grande como complicada y la Fundación Gates no tiene todas las respuestas.

Pero todas y cada una de las lecciones aprendidas refuerza nuestro compromiso con el éxito de los docentes y los estudiantes".

En otras palabras, quizás lo que "funciona" –las incoherentes y elegantes soluciones mágicas que recurren a métodos comerciales para reformar la educación– no funciona realmente; quizás estas soluciones que hacen caso omiso a los conocimientos de los docentes, que ridiculizan la experiencia, que evitan deliberadamente el debate y escuchar a los profesionales y las organizaciones de docentes y académicos, no son suficientemente buenas.

Es una lección muy dura, la hemos aprendido pagando un precio muy alto para los y las estudiantes y las escuelas. En ciudades como Memphis, Nueva Orleans, Nueva York y Los Ángeles, el dinero y el monopolio de Gates y su séquito han cambiado de raíz el paisaje de la educación, la experiencia de estudiantes en la escuela y los modelos de escolarización, y ahora nos dicen "perdón, ha sido un error", ¡tenemos que empezar de nuevo! Pues bien, el problema es que el punto de partida ya no será el mismo. Los docentes están más agotados, los estudiantes y sus familias se sienten más perdidos y no saben qué o a quién esperar –ahora que Superman ha aceptado su derrota–, se ha ignorado el criterio de la comunidad local... Y ésto es solo el principio... ¿Qué pasará con Kenia, y Uganda, y Ghana, e India, e Inglaterra, y Filipinas, y...?

[1]  Horne, 2002

[2]  Saltman, 2010

[3] Frumkin 2006, 14

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.