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Internacional de la educación
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Dos defensores de derechos humanos y sindicales en Colombia

publicado 19 julio 2007 actualizado 19 julio 2007

“La dignidad y la libertad de pensamiento transcienden, como un ave fénix, los barrotes y celdas de la represión y tiranía estatal”.

Estas palabras de optimismo, desafío y resistencia las transmitió Samuel Morales, desde la cárcel, en una carta abierta dirigida a quienes lo apoyaron y animaron desde Colombia – el lugar más peligroso para los sindicalistas – y el resto del mundo.

Samuel Morales, ex docente de una escuela rural de una sola aula y presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) de Arauca, y Raquel Castro, dirigente de la Asociación de Educadores de Arauca, fueron detenidos el 5 de agosto de 2004 en una operación militar del ejército colombiano, al asistir a la ejecución de otros tres líderes sindicales.

En noviembre de 2006, fueron condenados por “rebelión”, a pesar del carácter dudoso de las pruebas presentadas contra ellos. Amnistía Internacional ha expresado su preocupación por que la condena se haya pronunciado sin contar con las más mínimas garantías de justicia, tras comprobar la ausencia de un abogado y el desconocimiento, por parte de los propios acusados, de la fecha del juicio. Morales ha recurrido la sentencia.

Tanto Raquel como Samuel fueron dirigentes elegidos de la CUT de Arauca. Esta región petrolífera del noreste del país cuenta con un amplio historial de abusos de los derechos humanos de los pueblos indígenas y los campesinos a manos de los grupos paramilitares de extrema derecha, y de incautaciones de tierras por parte de las multinacionales petroleras. Su único delito fue participar en una campaña de defensa democrática y pacífica sobre del entorno y la comunidad organizada por la CUT.

Encarcelada, Raquel ha sido sometida a torturas psicológicas consistentes en simulación de ejecución y en ser arrojada, con las manos y los pies atados, de un helicóptero junto a los cuerpos de los tres compañeros muertos. Las condiciones de detención de Samuel y Raquel han sido especialmente duras. Ambos han sido mantenidos en un estado de terror permanente. A pesar de todo, han mantenido la docencia y defensa de los derechos humanos desde la cárcel. Raquel, además, escribe poesía desde su cautiverio.

Samuel fue puesto en libertad el 28 de abril de 2007. En cambio, al cierre de esta edición, Raquel permanecía encarcelada en la galería de presas políticas del centro penitenciario de mujeres de Bogotá. No es de esperar que ninguno esté en condiciones de acudir al Congreso Mundial de Berlín para recoger el Premio de Derechos Humanos y Sindicales.

Samuel, ya excarcelado, y su familia viven bajo la amenaza explícita de la violencia paramilitar. La Internacional de la Educación se suma al llamamiento de Amnistía Interna cio nal a las autoridades colombianas para que garanticen la seguridad de ambos docentes y sus familias.

Colombia, aunque presenta uno de los peores registros en lo que a derechos humanos se refiere, sigue siendo una de las principales receptoras del dinero del contribuyente británico. Por esta razón y por la participación de British Petroleum en los abusos, los sindicalistas británicos han liderado las campañas de defensa de sus compañeros colombianos.

Amnistía Internacional calcula que han muerto o desaparecido en los últimos 20 años unos 4.000 sindicalistas. El número de docentes miembros de sindicatos asesinados en Colom bia en 2006 se eleva a 33, según la lista de la Comisión de Derechos Humanos de este país.

Al galardonar a Raquel Castro y Samuel Morales, la IE quiere destacar la labor realizada por los miles de docentes y sindicalistas que han dado su libertad, e incluso sus vidas, por defender los principios del sindicalismo, la justicia social y la educación de calidad para todos los niños colombianos.