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Mundos de la Educación

“La privatización de la educación: el virus expuesto por la pandemia”.

Por Shelley Morse.

publicado 31 mayo 2021 actualizado 12 enero 2022
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Mientras que la COVID-19 sigue causando estragos y acaparando la atención del público, en todos los lugares de Canadá los gobiernos se pasan de mano en mano un libro de tácticas de privatización y utilizan la pandemia como cobertura para transformar la educación pública financiada por el Estado.

Hace unos años, en la escuela de enseñanza primaria Aldershot, mi escuela en Kentville, Nueva Escocia, se puso en marcha una campaña de recaudación de fondos para financiar un nuevo patio de recreo. Debido a la falta de financiación para su mantenimiento, el antiguo equipo se había deteriorado con el tiempo y necesitaba desesperadamente ser reemplazado. La comunidad se unió, como lo ha hecho tantas veces, para recaudar los fondos necesarios y respaldar el modesto proyecto.

Poco después de terminada la construcción, apareció delante del patio de recreo un letrero. En lugar de una placa agradeciendo los esfuerzos colectivos de las personas y organizaciones que hicieron posible la iniciativa, se colocó un anuncio de Google. De hecho, había letreros de Google por todas partes. Montados en todo el equipo, los letreros animaban a los niños a visitar Google en un esfuerzo por extraer información personal sobre ellos y sus familias. Como si no pasaran ya demasiado tiempo frente a la pantalla

Resultó que el consejo escolar había permitido al gigante tecnológico instalar los letreros. No obstante, al cabo de cierta presión continua, los anuncios fueron retirados. Tengo que admitir que, ingenua, en el momento me escandalizó presenciar una privatización tan descarada, pero resulta que esto era solo un juego de niños.

Liquidar la educación

Hoy día, bajo la sombra de la pandemia, en todos los lugares de Canadá los gobiernos trabajan activamente para invertir la tendencia de la educación pública financiada con recursos públicos. En lugar de centrarse en formas concretas de mantener seguros a los estudiantes, docentes y personal de apoyo con el fin de que los establecimientos escolares permanezcan abiertos y sigan impartiendo una educación de la más alta calidad, los ministerios de educación centran sus esfuerzos en minar sus sistemas desde el interior. Lo que comenzó como una lenta progresión hacia la privatización se ha acelerado a un ritmo alarmante debido a la crisis que perdura. Para estos buitres, la “doctrina del shock” de Naomi Klein [1] no representó una advertencia, sino un plan de negocios.

Además de toda la enfermedad, muerte, destrucción tanto económica como personal de la COVID-19, uno de sus efectos secundarios puede resultar ser el más devastador a largo plazo. La pandemia, en tanto que acelerador de la privatización, ha proporcionado la combinación perfecta de combustible y oxígeno, argumentos de emergencia y cobertura política, para causar un daño que podría afectar a las generaciones futuras, por no hablar del daño irreparable que supone arrancar los cimientos mismos de nuestro tejido social.

A pesar de la reputación de Canadá a la cabeza de sistemas de educación pública sólidos y de calidad, desde los primeros días de la pandemia rápidamente empezaron a verse las fisuras. Producto de años y décadas de abandono gubernamental, y solo paliadas una y otra vez por la comunidad educativa, las más de las veces a expensas propias, la crisis de la COVID ha llevado las exacciones a su punto de quiebre. Sin medidas adecuadas para garantizar el distanciamiento físico, las pruebas y el rastreo de contactos, las escuelas de la mayor parte del país se pusieron en línea, dejando a los niños sin el apoyo adecuado ni la tecnología necesaria para poder participar.

El efecto dominó

Más de un año después de que la vida, tal como la conocíamos, se detuviera bruscamente, las provincias de Quebec, Ontario, Manitoba y Alberta sacaron el manual táctico de la privatización, siguiendo así las pautas de mi provincia natal de Nueva Escocia, la primera en dar el primer paso en este efecto dominó hace unos años con la supresión de los consejos escolares y la escisión del sindicato.

Más recientemente, Ontario anunció que, a partir de septiembre, el aprendizaje en línea se convertirá en la norma. Presentado como una alternativa a la enseñanza escolar presencial, el niño puede completar su formación desde el jardín de infantes hasta el ciclo superior de la enseñanza secundaria sin haber puesto un pie en la escuela. Por supuesto, lo que se presenta como una opción educativa es, de hecho, la gran táctica para alentar a todas las familias con medios financieros a optar por las escuelas privadas, mientras que los excluidos que no pueden acudir a escuelas de paga se quedarán luchando por obtener una conexión estable a Internet y dispositivos digitales para aprender en casa. También es una forma “innovadora” de suprimir los puestos docentes.

En Quebec, más de un año de duras tácticas de negociación y la supresión de los consejos escolares ha dejado al profesorado exhausto al tiempo que continúa luchando por mantener a los estudiantes lo más seguros posible y tratando de mantener una enseñanza de calidad.

En Manitoba, el gobierno está siguiendo al pie de la letra el guion de cómo socavar los sindicatos ya utilizado en Nueva Escocia, con la ayuda de algunos de los mismos consultores, y se encuentra en las primeras etapas de la aprobación de leyes que desmantelarían los consejos escolares elegidos democráticamente y que impedirían a los directores escolares formar parte del sindicato de docentes. El sistema educativo de la provincia pronto puede quedar irreconocible.

Más al oeste, en Alberta, la táctica consiste en cortar, cortar y cortar al mismo tiempo que la provincia promueve la libertad de elección educativa que abrirá las compuertas a un mayor número de las escuelas denominadas charter o autónomas. Estas medidas han provocado una drástica disminución de la matrícula escolar pública y el creciente aumento de familias que eligen inscribir a sus hijos con proveedores privados.

Para algunos, estas medidas podrían confundirse con una cuestión de mera incompetencia, pero no lo son. Nombrar ministros de educación sin experiencia en la educación puede parecer una locura, un fallo de la dirección, pero más bien debe verse como parte de un esfuerzo para crear el caos, haciendo que el público pierda la confianza en un sistema que no estaba roto y que no necesitaba repararse.

A pesar de las medidas que se están tomando para pintar la educación pública financiada con recursos públicos como ineficaz y redundante, de hecho, en realidad es todo lo contrario.

Más servicio público, menos privado

La pandemia ha demostrado lo importantes que son las instituciones públicas bien financiadas, desde la atención sanitaria hasta la educación, para nuestras comunidades, nuestros niños y jóvenes, y sus familias. Sin embargo, también nos ha empujado a todos de forma dramática a abandonar viejos hábitos y rutinas que pueden considerarse parte de una época pasada, conocida como una época anterior a marzo de 2020.

Basta pensar en que hace poco más de un año eran muy pocos los que sabían qué era Zoom, y que ahora hasta se ha convertido en un verbo. Pero en este empeño por la inmersión digital, no podemos permitirnos abandonar lo que funciona.

Lo que la pandemia ha demostrado es que la enseñanza y el aprendizaje presencial siguen siendo la base de una educación de calidad, lo que no nos impide reconocer áreas donde el aprendizaje virtual ha abierto puertas y ha mantenido seguras a las personas. Es hora de sentarnos a entablar una conversación colectiva que se centre en saber hacia dónde vamos a partir de aquí, en cómo podemos fortalecer nuestros sistemas de educación pública, para la generación actual y las generaciones venideras.

La respuesta para construir una sociedad mejor, más equitativa y más justa no va a encontrarse liquidando nuestros bienes públicos más preciados. Se trata, más bien, de redoblar esfuerzos para ofrecer lo que sabemos que funciona en nuestro mundo moderno.

Al igual que en el nuevo patio de recreo de la escuela primaria Aldershot, fue el público el que hizo posible su diseño y construcción después de años de abandono. Al parecer, una vez terminada la recaudación de fondos y los trabajos, Google buscaba reconocimiento sin hacer ninguno de los esfuerzos necesarios para disfrutar del éxito del proyecto.

Aun cuando este es un incidente menor en el empuje mundial hacia la privatización, es un ejemplo de lo que sabemos desde hace mucho tiempo: los intereses privados no invierten a largo plazo para el mejoramiento de una comunidad, sino que apuestan a corto plazo para ganar dinero fácil. No podemos permitir que siga haciéndose este tipo de jugada con la educación pública financiada con recursos públicos de Canadá, o todos saldremos perdiendo.

Nota

[1] “La explotación de crisis nacionales (desastres o revueltas) para instaurar políticas controvertidas y cuestionables, mientras los ciudadanos están demasiado distraídos (emocional y físicamente) para participar y desarrollar una respuesta adecuada y resistir eficazmente". Traducción de la fuente en inglés: https://en.wikipedia.org/wiki/The_Shock_Doctrine#:~:text=In%20the%20book%2C%20Klein%20argues,strategy%20of%20%22shock%20therapy%22.

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.