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Mundos de la Educación

Cuando hace clic, es imposible dejar de verlo. Cuando el acoso sexual y el racismo confluyen: el racismo de género

publicado 25 noviembre 2025 actualizado 25 noviembre 2025
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He estado más de 25 años en la intersección entre la educación y el sindicalismo. He luchado por la justicia social, la igualdad y los derechos sindicales, y he organizado al personal docente en todo el Reino Unido y en distintos continentes. Soy sindicalista porque creo que los lugares de trabajo pueden —y deben— ser lugares donde haya dignidad, seguridad y poder colectivo.

A lo largo de mi carrera he visto cómo el acoso sexual y la misoginia erosionan lenta y corrosivamente esa dignidad, y cómo el perjuicio impacta diferente cuando eres una mujer negra/de la mayoría global o de un grupo minoritario.

Sin embargo, nada en mis décadas de experiencia me ha preparado para la conversación que mantuve hace poco con una joven docente negra/de la mayoría global que me contó que habían difundido imágenes pornográficas ultrafalsificadas de ella entre sus estudiantes. “Al principio no lo reconocí como acoso sexual”, dijo. “Simplemente pensé que formaba parte del trabajo, que eso es lo que tenemos que aguantar como docentes”.

Esas palabras, “no lo reconocí”, se hacen eco de una conclusión abrumadora del informe pionero de 2024 del Trades Union Congress (TUC) del Reino Unido sobre las experiencias de acoso sexual de las mujeres negras: “ And then it clicked”. La NASUWT se enorgullece de haber desempeñado un papel protagonista en esta área de trabajo y ha respaldado plenamente sus recomendaciones. El informe revela que muchas mujeres negras no identifican de inmediato sus experiencias como acoso sexual hasta que escuchan a otras mujeres mencionar violaciones similares. Una participante explicó cómo algo hizo clic de repente cuando empezó a expresar sus experiencias: “Al ser capaz de expresar eso y decirme, ¿por qué estoy recibiendo este trato, es acoso sexual? ¿O es ignorancia? ¿Es racismo? Y creo que, una vez que empezamos a ser capaces de expresarlo, y de usar esas palabras, como pasó conmigo, de repente algo hace clic, y te quedas como… un momento, sí que estaba equivocada”.

Una epidemia oculta.

Las estadísticas que figuran en el informe del TUC son abrumadoras. El 65 % de las mujeres negras encuestadas denunció haber experimentado alguna forma de acoso sexual, incluidas insinuaciones sexuales verbales desagradables, tocamientos no consentidos o chistes sexuales. Pero esto es lo que convierte a esta crisis en especialmente insidiosa para las mujeres negras/de la mayoría global; hacemos frente a una violencia que se encuentra en la intersección del racismo y el sexismo, aquello que la académica Moya Bailey acuñó como “misogynoir” o racismo de género. El informe determinó que el 53 % de las encuestadas denunció haber sido objeto de observaciones o comentarios racistas. Esto no solo es acoso sexual. Se trata de un acoso racialmente sexualizado, en el que nuestros cuerpos, nuestro pelo o nuestra misma presencia se convierten en el objetivo de la violación.

Como señala el informe, se espera que las mujeres negras/de la mayoría global se muevan por espacios donde a menudo estamos solas y en riesgo de ser objeto de acoso o agresiones, sin un sistema eficaz de asistencia que nos ayude a cuestionar a nuestras organizaciones. A menudo, somos la “única” o “una de las pocas”, lo cual afecta a si se nos va a creer cuando denunciamos.

La cuestión de hablar alto del acoso en línea o la violencia digital en los centros escolares o universitarios y denunciarlos resuena en una encuesta que la NASUWT hizo a su afiliación en 2022, que reveló que, del 92 % que había denunciado abuso en línea a la dirección del centro educativo, únicamente el 23 % creía que su denuncia se había gestionado adecuadamente, y en el 45 % de los casos no se tomó ninguna medida en absoluto.

Por consiguiente, el acoso sexual, la misoginia y el racismo de género siguen siendo una epidemia oculta en los centros educativos y otros lugares de trabajo del Reino Unido porque están entretejidos en la cultura del lugar de trabajo de cada día, normalizados como “cotorreo”, desestimados como malentendidos o minimizados cuando se dirigen a las mujeres negras/de la mayoría global.

El aspecto digital: cuando la tecnología convierte en un arma la misoginia/misogynoir.

Ahora, añadamos la inteligencia artificial y las tecnologías digitales a esta combinación tóxica. El Informe de seguimiento de la educación en el mundo 2024 de la UNESCO muestra un panorama alarmante del modo en que la tecnología está amplificando la violencia contra las mujeres y las niñas en la educación. La encuesta sobre la actitud de las niñas que Girlguiding realizó en 2025 en el Reino Unido pone el foco de atención en las experiencias de las niñas con la misoginia. El informe revela que un asombroso 68 % de niñas jóvenes ha cambiado su comportamiento diario para evitar el acoso sexual. Una de cada diez niñas de entre 11 y 16 años no han acudido a la escuela para evitar el acoso sexual experimentado principalmente en forma de violencia digital.

El tema de este año de la campaña 16 días de activismo — ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres y niñas—, reconoce con acierto que la violencia ha migrado hacia nuevos espacios. En la educación, el uso indebido de las plataformas digitales amplifica la misoginia/misogynoir y proporciona a los agresores nuevas vías para ejercer su influencia.

Este tema presenta una gran oportunidad para examinar urgentemente nuestras políticas, prácticas y prioridades de campaña/negociación con miras a poner fin al acoso sexual y la misoginia/misogynoir. Por consiguiente, las organizaciones y los sindicatos deben llevar las estrategias de lucha contra el acoso al terreno digital con la misma energía que se hace en los centros escolares y los lugares de trabajo físicos.

La interseccionalidad importa.

El trabajo concreto de la NASUWT y más amplio del TUC del Reino Unido reconoce que el acoso sexual puede predominar en mujeres jóvenes y con discapacidad, trabajadoras negras, LGBTI y migrantes y quienes ejercen trabajos precarios, y que las experiencias se ven agravadas por el racismo, el capacitismo, el edadismo, la homofobia, la bifobia y la transfobia. Nuestros sindicatos deben identificar respuestas que tengan en cuenta ese tipo de complejidades y financiarlas.

¿Qué debemos hacer ahora?

En primer lugar (y lo más importante), debemos escuchar y creer. Debemos crear espacios donde las mujeres negras/de la mayoría global y con discapacidad, el colectivo de personas lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales y las mujeres jóvenes puedan hablar sin suavizar sus experiencias. Esta debe ser la norma en nuestras filiales: una asistencia acompañada de procedimientos eficaces de presentación de informes que tengan en cuenta los traumas.

En segundo lugar, debemos transformar las políticas en medidas prácticas. No basta con que exista una política redactada en papel. Los procedimientos y las investigaciones deben ser independientes y oportunos y estar centrados en la víctima/superviviente; quienes dirigen y gestionan los centros escolares deben recibir formación para que conozcan el modo en que (por ejemplo) los estereotipos racializados alimentan el acoso, y la seguridad digital debe incluirse explícitamente en las políticas y los códigos de conducta.

Y, finalmente, debemos mostrar nuestra solidaridad durante los 16 días. Debemos utilizar la campaña para dar protagonismo a la voz de las más afectadas y presionar para proporcionar reparaciones centradas en las supervivientes. La solidaridad no solo es simbólica, también es protectora.

Me gustaría concluir con una simple verdad: el cambio se produce cuando ponemos nombre al problema, rompemos el silencio y nos organizamos colectivamente. Una vez que “hace clic”, es imposible dejar de ver el problema, el patrón. Para muchas mujeres negras/de la mayoría global, ese momento de reconocimiento es doloroso, pero también supone una vía para exigir medidas a los empleadores, a los sindicatos, a los Gobiernos y mutuamente. Si de verdad queremos poner fin al acoso sexual y la misoginia/misogynoir en la educación, debemos comprometernos con la acción interseccional, políticas que contemplen la raza, el género y la identidad de género en su conjunto y una organización que genere poder, tanto individual como colectivamente. La campaña 16 días de activismo es un movimiento de calendario; convirtámoslo en un punto de inflexión.

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.